lunes, 15 de diciembre de 2014

De evaluaciones escolares

Leía hoy una interesante entrevista que aparece en elcorreo.com con André Antibi, experto en educación con un titular bastante sugerente: Hay profesores que suspenden para no perder prestigio.

No soy muy amigo de los expertos en educación porque en unas ocasiones me queda la sensación de que no han pisado un aula desde que salieron del instituto o de la universidad, y desde fuera es muy fácil teorizar y dar consejos, en otras ocasiones muestran unas posturas muy ideologizadas y difíciles de llevar a la práctica y en otras apuestan por el buenismo de forma exagerada.

En cualquier caso la entrevista me ha parecido interesante porque muestra una visión muy cercana a la que en muchas ocasiones tienen los alumnos, la parte más débil, aunque no olvidemos que es la más importante, del eslabón de la cadena de la educación. La evaluación que les hacen no siempre es con la idea de controlar sus conocimientos, sino más bien en ir a pillarles en lo que no saben. Es habitual encontrar alumnos que se quejan de que los ejercicios del examen son siempre más difíciles que los que les ponen en clase y en algunos casos no les falta razón.

Antibi propone un contrato de confianza con el alumno que según él consiste en lo siguiente:

Días antes de la prueba, el profesor facilita a los alumnos una lista de cuestiones que resumen las enseñanzas inculcadas en el periodo que se pretende evaluar; entre ellas se incluyen las que van a salir en el examen. Son cuestiones del programa oficial, que el alumno ya ha visto. El día de la prueba tendrá que resolver varios puntos de esa lista, con la ventaja de que conoce de antemano la respuesta. Y después habrá una reunión con los alumnos, para aclarar duras y facilitar la solución a los que no la han sabido. El profesor entonces no aparece como una persona que va a poner trampas...

No creo que sea algo fácilmente trasladable a todas las asignaturas porque no es o mismo pasar la lista de cuestiones que entran en el examen en la asignatura de historia que en la asignatura de física, pero es una manera de que, al menos, el examen parezca menos difícil, y es que no es extraño que los chavales digan que tienen un examen del tema 5, pero no tengan ni idea de qué va el tema 5.

Personalmente creo que seguir evaluando en base a los exámenes no es lo más acertado, la participación en clase, el trabajo voluntario de investigación o la actitud me parece que deberían pesar mucho más que esa lotería en la que en algunas ocasiones se convierten los exámenes. Cuando luego nos echamos las manos a la cabeza al ver los resultados de pruebas como PISA deberíamos pensar si el problema no está en que seguimos empecinados en el conocimiento memorístico en el que los alumnos aprenden de memoria, pero sin entender nada o casi nada, frente a una enseñanza en la que primara más la comprensión.

Y para finalizar una pregunta que aparece en la entrevista y que no nos debería dejar indiferentes:
¿La escuela puede llegar a desmotivar al alumno?
¡Evidentemente! Ese pobrecito alumno que trabaja, entiende, al principio le gusta la escuela... pero acaba suspendiendo. Lo que motiva más a una persona es el éxito, un alumno que no tiene éxito a pesar de su trabajo va a ir siempre desmotivado a clase.

Fotografía: Mireya López

2 comentarios:

Roser dijo...

En mi instituto hay profesores que pasan dos veces los exámenes. El mismo examen se pasa por primera vez, los alumnos no estudian y lo suspenden (fíjense que no digo "algunos" en ninguna parte). El profesor ve las notas, devuelve el examen, resuelve el examen en clase, responde dudas (y cuando no las hay, se las inventa: "en qué habría dudado yo?") y fija una nueva fecha para el examen, advirtiendo a los alumnos de que será exactamente el mismo examen. Los alumnos lo pasan y... suspenden. A veces con notas aún peores.

Alguien debería hablar de qué debemos hacer los profesores ante casos como estos. Ya digo que en mi centro no son la excepción. Los profesores (la mayoría) sabemos que debemos luchar por todos los alumnos; ofrecer segundas oportunidades; rescatar a los que, por los motivos que sean (problemas familiares, mala noche, una discusión con otro profesor, la novia, un compañero...), aquél dia se descolgaron y les cuesta reengancharse. Motivar, motivar, motivar...

Y quien motiva a los motivadores? En mi centro hay muchos profesores que se están cansando de bracear en el mar embravecido por todos los que en él se ahogan.

José Luis dijo...

Muchas gracias Roser por el comentario. Es muy interesante lo que comentas, porque es algo que viene de primera mano. Yo no sé cuáles son las recetas mágicas -si lo supiera a lo mejor sería un experto en educación de esos a los que luego crítico-. Creo que vuestro/nuestro trabajo es de los más bonitos del mundo pero a veces las herramientas a nuestro alcance no son suficientes.

 
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