martes, 28 de enero de 2014

Perdió la inocencia, la libertad, la dignidad, la vida. Perdió todo.

Hace unos días se publicaba en El Mundo una crónica, firmada por Manuel Jabois, titulada La vida robada de Nora. Una historia conmovedora, triste, y dura, muy dura para cualquiera que tenga hijos.

La historia es tremenda y os recomiendo a todos su lectura. Una niña, porque aunque Nora tenía 16 años era una niña, de una familia de una clase media-alta, supongo que sin demasiadas estrecheces económicas, aunque me temo que con una familia un tanto desestructurada, pues en otro caso no se entiende que no vieran algunos detalles, porque ¿cómo es posible que una chavala se escape del instituto en el recreo en más de 100 ocasiones y los padres no se den cuenta? Que nadie olvide la importancia de la relación y colaboración familia-escuela. ¿Con 16 años se puede llegar un viernes a las 3 de la mañana a casa?  ¿Es normal que una niña de 16 años se junte habitualmente con una prostituta toxicómana, y su hija pequeña? ¿Es normal que un camello de 35 años agreda en tres ocasiones a una niña de 16 años y que la prostituya a cambio de droga a la que se había enganchado Nora? ¿Con 14 años empezar con los porros y con la coca? ¿Prostituirse para conseguir droga? ¿Y esos padres? Hoy estarán destrozados, no lo dudo, pero el sentimiento de culpa que deben tener para el resto de su vida debe ser aún peor.

Dice la crónica que en 7 meses hay 781 llamadas cruzadas con la prostituta, 456 con el camello que también la prostituía, otras 300 con otros tipos que la pagaban por mantener relaciones con ellos o la proporcionaban droga. ¿1500 llamadas de teléfono en una niña de 16 años?

Una historia sórdida en la que Nora no es la única protagonista, hay más chicas de su edad, chicas que han pasado por situaciones similares. Hace dos años Nora aparecía muerta justo a la puerta de su casa. 16 años y una vida perra. Una vida en la que perdió su inocencia, su libertad, su dignidad, su vida. Perdió todo.

Podemos pensar que esta historia viene dada por un cúmulo de circunstancias adversas. No tiene sentido buscar culpables, desde la propia Nora, a sus padres, sus profesores, la polícia, los traficantes, los que se aprovechaban de ella... Pero pensemos en cómo era la relación con sus padres, compartían casa, sí, pero parece que poco más sabían de ella, ni con quién se juntaba, ni lo que hacía o dejaba de hacer. Y ahora es tarde.

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