Una nueva carta, sin un destinatario particular, dirigida simplemente a quien tenga a bien leerla. Creo que sobran las palabras, pero si sirve para algo ahí queda.
Querido lector:
¡Qué cosas! Lo que no vemos no existe, y aún así lo que vemos, lo filtramos, lo damos la vuelta cuando nos interesa, intentamos banalizarlo y lo mandamos al olvido más pronto que tarde. No ha sido la primera vez, pero tampoco será la última. No estamos dispuestos a salir de la zona de confort y enfrentarnos a la cruda realidad. ¿Para qué?
Es la foto de la vergüenza, la foto de un niño que nunca llegará a saber qué es lo que dentro de 11 días los líderes europeos decidirán -nótese la negrita con que remarco la palabra-, reunidos alrededor de una mesa, sobre seres humanos iguales que él. Mientras tanto aquí seguimos, esta carta incluida, hablando por ejemplo de si es ético o no publicar fotografías como la que acompaña estas líneas. Así pasamos el tiempo en occidente. Vivimos muy bien aquí.
Pedro Simón, en otro más de sus magníficos artículos, decía ayer esto:
Lo normal a los tres años es verlos en la orilla con el bañador y no vestidos. Lo normal es verlos dando saltos y no tumbados de este modo: boca abajo y de lado, como escuchando el latido de la tierra. Si es que ésta tiene todavía corazón.
Y pienso: la foto, que es muy dura, tremenda, no es nada comparado con lo que tiene que ser la realidad. Nada.
He buscado entre mi colección de enlaces, y he encontrado, un artículo que escribió Pérez-Reverte hace tres años. Pensaba que era más antiguo, más cercano a su vivencia en la guerra de los Balcanes, pero es sólo de hace tres veranos. Se titula Prefieren no mirar y comienza así:
Hieren su sensibilidad. O sea, molestan a los lectores. Los desconsiderados redactores que metieron en los periódicos de papel o digitales unas fotos de niños escabechados en la última matanza de la guerra civil siria, no tuvieron en cuenta que enseñar cadáveres es de mal gusto. Incurrieron en el voyeurismo sórdido. Y claro, numerosos ciudadanos irritados se han dirigido a los medios correspondientes, afeándoles la conducta. Niños degollados y sangre. Qué espanto. Qué inapropiado. Me han causado ustedes un problema de tipo emocional de aquí te espero. Hacen de la muerte un espectáculo, de la tragedia un morbo. Mostrar carnaza es propio de periódicos y revistas de baja categoría. Una falta de respeto para lectores y víctimas. Etcétera.
Así que, querido lector, como ves la foto no es nueva, es la misma foto que viene produciéndose día tras día, desde hace años, y que de vez en cuando algún fotógrafo tiene la suerte o la desgracia, nunca se sabe, de guardar en su cámara y compartir con los que estamos cómodos en casa.
La foto no deja indiferente, pero casi. No nos engañemos. Escribir sobre esa foto, sobre toda la tragedia que tras ella se esconde, es desperdiciar palabras. Es una imagen que ganará premios, es la imagen perfecta de la tristeza, pero realmente si tanto nos molestara lo importante sería ponernos a hablar de soluciones, de remedios. El de los refugiados es un problema muy serio, pero una vez más, los europeos ya sea por cobardía, ya sea por desidia, da igual, no nos atrevemos a encararlo de una manera directa.
Hoy esta viñeta de Gallego y Rey lo recoge de manera magistral:
Así, a bote pronto se me ocurren tres posibilidades: la primera, la que estamos llevando a cabo y aplicando con rotundidad desde el principio es la de no hacer nada. Mirar para otro lado, hasta que una puñetera foto haga que se remuevan algunas conciencias... Portada de periódicos, apertura de telediarios, viralidad en las redes sociales y hasta... la próxima. La segunda opción sería tirar por el camino de en medio e intervenir militarmente. Una medida que además de incierta (basta ver los últimos ejemplos en Irak, Afganistán...) costaría muchísimo dinero y un número de vidas de soldados europeos (las de los sirios ya sabemos que importan menos) que nadie estará dispuesto a asumir. La última opción, la que supongo que elegiríamos todos, la más sensata es actuar como está haciendo Alemania. Muchos critican a Merkel por su papel dominante en Europa, por sus políticas, pero cada vez que hay un problema el resto de países se ponen, o nos ponemos, de perfil. Ya vendrán otros a solucionarlo.
Más de medio millón de muertos, que se dice pronto, se ha cobrado ya la guerra civil siria. Lo solucionaremos poniendo un lacito de algún color en nuestro muro o usando un imaginativo #hashtag, y si no tiempo al tiempo. En cuanto vuelva el fútbol seguiremos hablando del fichaje de De Gea, del peinado de Ronaldo o del regate imposible de Messi. Pan y toros que se decía antes.
JL
3 comentarios:
Yo, como periodista, sí soy partidaria de la difusión de este tipo de imágenes porque creo que, en muchos casos, es la única forma de que la gente se entere de lo que pasa y no pasa. Si no hay imágenes, no existe. Creo que por eso, precisamente, molestan este tipo de instantáneas. Te muestran la miseria más honda del ser humano y eso no gusta. Es mejor vivir dentro de la estupenda burbuja de cristal que cada uno se ha formado, pero la realidad, los siento, es otra. Mueren niños. Muchos.
Si no se mostraran este tipo de fotos, muchas verdades y realidades quedarían escondidas porque no es lo mismo imaginar que ver. La realidad, por dolorosa y cruel que resulte, es realidad y hay que verla como tal porque, además, es una de las formas en las que se puede tomar conciencia y buscar, si es posible, soluciones.
Si al final la publicación de esa fotografía sirve para algo (remover conciencias supongo que ya lo ha hecho) podremos decir, aunque sea con todo el pesar del mundo, que la muerte de ese niño no fue en balde.
Gracias Verónica por la aportación.
Los niños de esa edad (al menos el mío lo hace, y también lo hacían mis primos pequeños) duermen a menudo en posturas como esa. De hecho, mi hijo tiene dos años y medio y ayer, cuando finalmente vio la foto (yo llevaba el día esquivándola conscientemente), me dijo "mamá, soy yo durmiendo en la playa!". No pude menos que echarme a llorar mientras les respondía en modo automático "sí, cariño".
Me da igual si los medios publican esas cosas (aunque a veces la afectación con que las comentan me llene de ira), porque lo que me frustra es que eso pase y yo no pueda hacer nada. Ayer por la mañana entrevistaban en la radio a un paquistaní afincado en Barcelona que, de vacaciones en Hungría, había sabido en el hotel del drama que se vivía a poca distancia. Tras ir a comprobar lo que le habían dicho, cambió su habitación de hotel por una pensión y allí se iba cada día a echar una mano como traductor (como buen paquistaní tenía un castellano mediocre pero un excelente inglés) o comprando de todo para los más necesitados, gracias al dinero ahorrado en el cambio de hospedaje. Y me pregunto: "por qué él sí y yo no?".
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